Mensaje de bienvenida

¡Y sin embargo algunas personas dicen que se aburren!¡ Démosles libros!¡Démosles fábulas que los estimulen!¡Démosles cuentos de hadas! Jostein Gaarder

sábado, 29 de noviembre de 2014

La inquietante historia de un castillo, un gato, una planta carnívora y una olla de lentejas.



Pedrito llegó muy contento del cole. El profe le había encargado que hiciera un mural para ilustrar el tema que estaban estudiando: los castillos.
Su madre le abrió la puerta y le dio un beso.
 -¿Qué tal ha ido la clase hijo?
-Bien mami, me voy a mi cuarto que tengo que hacer un trabajo.
Su gato, Chispita, también salió a recibirle. Le gustaba que Pedro le acariciara la espalda y lo hacía siempre que llegaba.
-¡Hola Chispita! ¿Te has portado bien?-. Pedro se agachó y, como siempre,  le rascó el lomo mientras el gato se restregaba en la pata de su pantalón vaquero.
- Pedro, enseguida te llamo para comer, hoy no viene tu padre así que cuando termines  el trabajo, comemos.
-¿Qué hay de comer mamá? ¡Tengo un hambre! - Preguntó  mientras cogía al gato en brazos y se lo llevaba a su habitación.
-Lentejas-, contestó Marisa desde la cocina.
Por suerte para Pedro, no la oyó: ¡odiaba las lentejas!
Para ir a su habitación tuvo que dar un rodeo  para evitar  una maceta que su madre había colocado en el pasillo. Era un regalo de Berta, su mejor amiga.
-Es una planta carnívora,-, le dijo. Debéis tener  cuidado con ella pero en el vivero me han dicho que os mantendrá la casa limpia de insectos.
El chico miraba siempre la planta con recelo. No se fiaba de ella. Alguna vez, hasta había tenido pesadillas con la dichosa plantita.
Pedro se quitó la chaqueta y  sacó la cartulina que colocó sobre la mesa, luego puso  los lápices, ceras y rotuladores  al lado y empezó a dibujar su castillo ideal, el que siempre tenía en la cabeza cuando jugaba con sus soldados  a guerras.
Primero esbozó  las murallas, las colocó encima de una pequeña montaña rodeada por un río. Después le hizo el puente levadizo,  la puerta y el escudo de armas encima de ella. Dibujó la torre del homenaje y empezó a colocar entre las almenas las cabezas de los soldados que estaban preparados para la batalla. Encima de la torre puso al rey.
Separó la cartulina para ver el efecto y su castillo le gustó mucho. Estaba orgulloso de su dibujo, así que se levantó y fue a enseñárselo a su madre que  estaba en la cocina.
Pedro se acercó a la olla y miró dentro. Lo que vio le quitó las ganas de comer: una olla gigantesca llena de lentejas, allí había  por lo menos para tres días.
-¿Lentejas? ¡Mamá, te he dicho mil veces que no me gustan las lentejas! Se me han quitado las  ganas de comer-, exclamó enfadado.
-Ya sabes lo que dice el refrán: Lentejas, comida de viejas, si quieres las comes y sino también-, añadió su madre-. A ver,  enséñame el dibujo.
La alegría de Pedro le desapareció como si fuera humo. Se desvaneció  junto con el vapor que salía de la olla. Ya no tenía ganas ni de seguir dibujando ni de que su madre viera lo que había hecho. Salió hecho un basilisco de la habitación.
-Pedro, ya sabes que no me gusta ese genio que tienes. Vas a comer lentejas quieras o no.  Además, están muy buenas, llevan chorizo y morcilla; eso si te gusta.
Pedro no escuchó a su madre, cogió a Chispita en brazos y se fue bastante contrariado sin fijarse en la planta del pasillo. Tropezó con ella y el gato se le cayó de las manos.
En un momento, la muy traidora abrió sus hojas como si fuera una boca gigante y se engulló al pobre minino.
Pedro se llevó tal susto que, por un momento, no supo qué hacer  pero  enseguida empezó a chillar:
-¡Socorro, mamá! ¡Ven enseguida! Tu planta se ha comido al gato.
Mientras, en la maceta se libraba una batalla que se apreciaba desde fuera. El gato luchaba por salir,  pero la planta quería masticarlo.
Marisa salió disparada de la cocina con un cuchillo en la mano.
-¿Qué ha pasado?-,  su madre enseguida se dio cuenta de lo sucedido y cortó de cuajo la peligrosa  planta por la parte más baja del tallo. Inmediatamente las hojas se aflojaron y pudieron rescatar a Chispita medio asfixiado, pero vivo.
-Habrá que llevarlo al veterinario-, le dijo Marisa a su hijo, pero no te va a dar tiempo a comer.
-No te preocupes mamá me hago un bocadillo en un momento mientras te vistes.
En un santiamén estaban montados en el coche;  Pedro con el gatito encima de sus piernas
comiéndose  un  apetitoso bocadillo de chorizo que se preparó rápidamente.
El chico iba sonriendo, sentía pena por el gato, pero él se había librado de una buena.
-No pienses que te has salido con la tuya, mañana  las tienes de primer plato.-, le aseguró su madre bastante molesta viendo la sonrisa en la cara de su hijo.
-Si llega a estar un segundo más aprisionado entre las  carnosas hojas de esa planta, se hubiera muerto-, les explicó el veterinario-. Son muy peligrosas. Dígale a su amiga que otra vez le regale geranios.
De repente a Marisa le cambió la cara.
-¡No recuerdo si he apagado el fuego!-, comentó en voz alta.
El veterinario, al ver la angustia de su clienta, le sugirió que fuera rápido a su casa.
-Ya me pagará otro día.
Salieron corriendo y llegaron enseguida porque la clínica estaba muy cerca, pero al entrar en el ascensor  ya se olía la tragedia.
-¡Se me han pegado las lentejas!- Exclamó.
-Mamá, lo importante es que no se ha prendido fuego a la casa-, añadió Pedrito.
Le había salido el día redondo: la planta exterminada y las lentejas en la basura.
¡Ah! y lo mejor de todo, su gato seguía vivo y coleando.

El dibujo del castillo lo he subido de internet.

martes, 4 de noviembre de 2014

La flor del crisantemo, cuento tradicional japonés, en versión resumida por Aurora Gil Bohórquez.)


A pesar de que en  nuestro país el crisantemo se identifica con el día de difuntos y con los muertos, en China el crisantemo se emplea como flor ornamental desde hace más de dos mil años.



 Despúes su cultivo se trasladó a Japón donde se convirtió en una flor santa que recibía una veneración divina. Es tanta la veneración que tienen en este país por esta flor que algunos creen que  la esfera que podéis ver en la bandera japonesa no representa el sol naciente sino el corazón de un crisantemo despojado de sus pétalos.



Aunque otras personas dicen que el círculo en la bandera japonesa representa un sol naciente. Vosotros podéis quedaros con la historia que más os guste.



A partir de aquí, podéis leer el precioso cuento japonés que Aurora Gil Bohóquez ha tenido la amabilidad de resumirnos para que no se hos haga pesado.


Hace mucho, mucho tiempo, en un lugar muy lejano del oriente, vivía una familia feliz. El padre, la madre y un niño pequeño que era la alegría de la casa.

Una mañana el pequeño se despertó con fiebre alta y decaído; apenas sonreía ni podía abrir sus ojitos. Sus padres enseguida empezaron a ponerle los alivios que conocían, pero el niño cada vez estaba peor. Decidieron ir a consultar al sabio del... bosque, un anciano que tenía poderes mágicos y sabía los remedios para casi todos los males.
Cuando vio al niño, sintió pena por sus padres… No conocía una solución para salvar a ese pequeño. Se le iba la vida muy deprisa. Apenas le quedaba tiempo.
¿Qué decir a sus padres?


 - Su hijo vivirá tantos días como pétalos tiene la flor que crece al pie del árbol más alto del bosque, les dijo.

 Intrigados y llenos de incertidumbres, acordaron que fuese la madre a buscar esa flor que indicaba el tiempo de vida del pequeño.
La madre corrió entre los árboles hasta encontrar el más alto. Y a sus pies crecía una hermosa flor. Pero, ay, solo tenía cuatro grandes pétalos.

¡Cuatro días iba a vivir su hijo! No podía ser. Y entonces, sacando una larga aguja que sujetaba su moño, empezó con paciencia y buen pulso, sin hacer caso a sus lágrimas, a dividir cada uno de los pétalos de la flor en cientos de ellos, hasta hacer imposible contarlos. 







 Esperanzada, llevó la nueva flor hasta el sabio y se la mostró:
- ¿Es esta la flor que me dice?
Sorprendido, el sabio le respondió:
- Sí, es la flor de la vida… El crisantemo.

Desde entonces, las flores que crecen bajo el árbol más alto del bosque tienen innumerables pétalos. Son los crisantemos. Y el niño vivió muchos, muchísimos años.
Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado.

Las fotos las he tomado prestadas de páginas de Internet.