Mensaje de bienvenida

¡Y sin embargo algunas personas dicen que se aburren!¡ Démosles libros!¡Démosles fábulas que los estimulen!¡Démosles cuentos de hadas! Jostein Gaarder

sábado, 28 de septiembre de 2013

Dos músicos en la familia

Instantáneas
 
Esta mañana me han dado una alegría por teléfono. Ha sonado el teléfono y mi hija me lo ha dado rápidamente.

-Toma, es Pablo que quiere hablar contigo; no entiendo lo que dice.

-Hola Pablo, ¿qué ocurre?

-Abuela ¿tú me puedes enseñar a tocar el fagot?

Pablo siempre me sorprende de una forma u otra.

-Pablo, yo no sé tocar el fagot, eso debe de ser muy difícil. Solo sé  tocar un  poco el piano y, hace tanto tiempo que no lo hago, que ya casi ni me acuerdo.

-No, si me refiero a que si me puedes enseñar las notas, es que no me las sé y quiero aprenderlas para tocarlo.

-Ah-, suspiro aliviada-, eso sí que puedo hacerlo, pero ¿cómo se te ha ocurrido escoger ese instrumento? Le pregunto todavía sorprendida.

-Pues no sé, ayer en la clase donde va Guille a aprender flauta travesera, estaban tocando un fagot y me ha gustado.

Pues nada-, le digo-, en cuanto vengas a casa, te enseño.

Pablo se ha quedado muy contento y yo más. Siempre he querido  tener un músico en la familia, y ahora con un poco de suerte tendremos dos: Guille y Pablo.
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miércoles, 11 de septiembre de 2013

Una lluvia muy especial. Educación infantil y primaria.



 
Hace una tarde fea y gris, de esas en las que apetece estar en casita con la calefacción puesta y merendando, calentitos,  chocolate con churros o cosas parecidas: donuts, madalenas, bizcocho de la abuela, croissants, torrijas…
Guille está aburrido, tiene mucha hambre pero, en casa, para merendar, solo hay cosas tan aburridas como él: plátanos, manzanas y galletas. A él le gusta mucho la fruta, pero  una tarde aburrida necesita algo divertido para  levantar el ánimo. De un momento a otro,  las nubes van descargar toda el agua que, como esponjas grises, han empapado en el mar.
-Guille, ha empezado a llover-, le dice Pablo, entrando en el salón como un loco.
-Vaya fastidio, ya no vamos a poder ir a casa de la abuela, me prometió que hoy nos iba a hacer un bizcocho de chocolate. Voy a llamarla.
-Hola abuela, soy Guille. ¿Nos has hecho el bizcocho?-, pregunta con ansiedad.
-Pues claro, pero con la que está cayendo no os aconsejo que salgáis. Es mejor esperar a que pare de llover.
Guille se asoma una y otra vez, nervioso,  esperando que termine de caer agua. Por fin aclara, ya se ven las estrellas y la luna ha aparecido  entre las nubes como un globo lleno de leche.
-Mamá, ya podemos salir, la abuela nos está esperando para darnos el bizcocho-,le dicen muy contentos ante la perspectiva de una rica merienda.
Los niños se meten en el coche y van a casa de la abuela, que está en el campo, sin  miedo a ponerse como sopas.
Cuando salen del coche su madre les avisa:
-Alto, mucho cuidado por donde pisáis, el suelo está lleno de caracoles.  
Es verdad, los niños se asombran de la cantidad de estos animalitos que hay por todas partes, nunca habían visto tantos ni tan juntos; están paseando solos o en grupo, por el suelo pero también están subiéndose por las paredes y han empezado a comerse las macetas. Pasan despacito mirando donde ponen el pie para no pisarlos. Pobres caracoles si los pisaran les romperían la casa y  se morirían. Cuando llegan a la puerta, tocan el timbre y al salir su abuela, le dicen llenos de emoción:
-Abuela, ¿sabes qué? ¡Han llovido caracoles!
La abuela comprende que sus nietos necesitan algunas aclaraciones sobre los caracoles y la lluvia, así que con una gran sonrisa les invita a pasar.
-Vamos  dentro, chicos, al lado de la chimenea hablaremos de los caracoles.