Mensaje de bienvenida

¡Y sin embargo algunas personas dicen que se aburren!¡ Démosles libros!¡Démosles fábulas que los estimulen!¡Démosles cuentos de hadas! Jostein Gaarder

domingo, 22 de diciembre de 2013




Mis mejores deseos para que el Espíritu de la Navidad no sólo roce las almas, sino que cale en ellas.



Presentación de la colección de cuentos infantiles Ratón Blanco en el Museo Ramón Gaya de Murcia.



      En mi blog no tengo costumbre de hacer reseñas ni comentarios de cuentos escritos por otras personas  porque para eso hay otros blogs que se dedican ello, yo  aquí solo subo los cuentos escritos por mí. Esta vez voy a hacer una excepción porque el autor del libro, Blas Mira, que es muy amigo mío, se lo merece  y la ilustradora Virginia García dibuja maravillosamente como podréis comprobar.
Foto
Virginia y Blas
     Ayer tuve la suerte de asistir a la presentación de dos de los cuentos de la colección Ratón Blanco, de editorial DYLAR.  Blas Mira y  Virginia García hicieron las delicias de los niños y papás  que llenaron la sala del Museo Ramón Gaya. Ratón Blanco vive en la misma huerta de Virginia, vamos, que son vecinos y, claro, se conocen tan bien que  nos contaron sus aventuras de maravilla.les gustaron tanto a las personas que estaban allí que se agotaron los cuentos.
          
      Los cuentos son una preciosidad y los camellos de los Reyes Magos traen un montón para los niños de Murcia.Foto
      No puedo desvelaros más cosas de este Ratón  porque tendréis que comprobarlo vosotros mismos; sólo os diré que es muy educado y buen compañero. Estoy segura  de que os encantará.



miércoles, 18 de diciembre de 2013

EL CUARTO REY MAGO. RELATO NAVIDEÑO.

       


      Queridos amigos,  hace dos o tres años alguien me regaló tres folios en los que estaba escrito el cuento de El Cuarto Rey Mago. Como no ponía el nombre del autor los dejé a la derecha de mi ordenador y poco a poco fui colocando más hojas encima de él hasta que desapareció de mi vista.
      Cada vez que hacía limpieza lo volvía a leer y me emocionaba el contenido de aquellos tres folios pero, el hecho de no saber quién los había escrito me impedía colocarlos en mi blog.   
      Este año me he decidido: debo enseñarlo a mis lectores porque merece ser leído. Todo lo que está escrito es bello, bueno y debemos ponerlo en práctica.
       Antes de copiarlo he preguntado a un montón de amigos a ver si encontraba al que me lo regaló, pero nada, no ha aparecido. Si alguien reconoce que este escrito es suyo no tiene más que decirlo y aquí pondré inmediatamente su nombre. Nada me haría más feliz.
      También os digo que he resumido un poco la introducción para no hacerlo muy largo. Espero que os guste tanto como a mí.


El Cuarto Rey Mago
Carta de los Reyes Magos  a los niños y niñas:
Queridos niños y niñas:
      Hemos recibido vuestras cartas, las hemos leído de una en una , cerrando los ojos y abriendo el corazón para saber, no solo lo que queréis sino para percibir el latido que permanece escondido en vuestras peticiones.
     Observamos cómo la mano os tiembla al escribir. Cuando uno desea de corazón , y no por capricho, aprende a disfrutar de la abundancia y de la escasez, a gozar de la vida con lo que tiene. En los deseos, como en las posesiones, es mucho mejor ser austeros , pero no indigentes.
      Vuestras cartas son enormes, cada año más largas y con peticiones que sentimos cada vez más alejadas de vuestras almas de niños. Con esta carta queremos alertaros para que toméis las riendas de vuestras propias necesidades.Tal vez nunca hayáis oído hablar del Cuarto Rey Mago de la leyenda, pero aquí os la vamos a contar.
-Sí, al principio eramos cuatro. Salimos juntos guiados por la estrella en busca del Niño de Belén. Una noche acampamos junto a la choza de un pastor. Casi al amanecer se desató una terrible tormenta. El pastor, que gentilmente nos dio cobijo, perdío gran parte de sus ovejas, asustadas por el resplandor de los rayos y truenos. Nosotros tres remprendimos la marcha hacia Belén, y él se quedó ayudando al pastor a buscar su rebaño. Continuó el viaje solo y en el trayecto se encontró a una familia de campesinos que apenas tenían para comer. La cosecha había sido la peor que recordaban desde hacía años. Nuestro compañero, el Cuarto Rey Mago dejó allí el vino y el aceite que llevaba como presentes al Niño de Belén. Llegó solo, cansado y tarde y con las manos vacías al pesebre donde ya había nacido el Niño que estábamos buscando.
      Y allí ocurrió algo sorprendente y maravilloso, nada mas entrar, el Niño levantó sus brazos y los dirigió hacia el Cuarto Rey. Jesús acercó su oído al corazón del Mago que era tan grande y  latía con tanta fuerza y armonía que el Bebé inmediatamente se quedó plácidamente dormido. Su Madre se emocionó al ver lo ocurrido y nos dijo:
-Gracias por vuestros regalos. Sé que cada uno vale, no tanto por su valor material, sino por el simbolismo que encierran y que habrá de servir a las siguientes generaciones. Pero sin duda que el Niño ha elegido como regalo un corazón ardiente y lleno de amor.  
- El Niño nos ha ofrecido su primer mensaje:”Había proclamado al mundo su primer testimonio” Todos los allí presentes sabíamos lo que nos acababa de decir, de mostrar: que Él había venido al mundo, no para ser agasajado con cosas, objetos o riqueza, sino para abrazar y ser abrazado por el corazón humano.
      Desgraciadamente, con el tiempo, se perdió la transmisión de este acontecimiento. El Cuarto Rey Mago pasó al olvido y, lo peor de todo, se llevó consigo el recuerdo de lo ocurrido, el primer mensaje dado por Jesús al mundo.
-Queridos niños y niñas, el recuerdo del Cuarto Rey Mago no tiene que llevarnos a despreciar los regalos y los juguetes, sino que nos hará recordar que el corazón sencillo y humilde hace que nuestras manos estén siempre rebosantes con muy poco. Esa aparente ¿escasez? No será entonces manifestación de carencia sino de plenitud.
Para acabar queremos enviaros el lote de regalos que al Cuarto Rey Mago más le gusta enviar. No olvidéis ponerlos junto a los que recibáis de nosotros.¡Ah! y si tenéis que elegir, haced como el Niño de Belén.Imaginad que de entre las líneas de esta carta emergen nuestros brazos hasta llegar a entrelazarse y fundirse con los vuestros.
Os deseamos una noche Mágica de Reyes llena de esa alegría y gozo al que tenéis derecho y que el Niño de Belén desea para todos vosotros.




                         Regalos del Cuarto Rey Mago:
- Una flor para aprender a amar la tierra.
- Una jaula sin puerta para que aprendas a amar el aire
 


- Una vasija de barro para que aprendas la fragilidad de las cosas.
- Un reloj sin manecillas para que vivas todo en presente.
- Un abrazo en silencio para que acojas en ti la ternura.
- Un libro para que te sientas más libre.
- Un día sin televisión para que la noticia seas tú.
-  Un paseo por el campo para celebrar la belleza del mundo.
- Una caracola para aprender a amar el agua.
- Un atardecer dorado para que llenes tus ojos de cielo.
- El canto de los pájaros al amanecer, para que oigas la músicas de tu alma.
- Un amigo para jugar, para recordarte tu humanidad.
- Una noche estrellada para que veas la eternidad dentro de ti.
- Un día de lluvia para que aprendas a ser agradecido.
- Un día de sol , para que reconozcas la luz que llevas dentro.
- Una canción para que puedas celebrar la danza de la vida.
- Una botellita cerrada. No la abras nunca, para que así puedas amar y comprender el Misterio.

viernes, 13 de diciembre de 2013

El abeto de cartón. Cuento navideño para todas las personas con el corazón muy grande.




Dibujo de La abuela atómica.
El abeto de cartón

           El abeto de cartón

 

         El  pequeño abeto sintió que alguien tiraba de él y le sacaba de golpe del lugar en donde se encontraba. No es que fuera muy agradable estar  metido debajo de una cama días y días pero ahí estaba calentito y no pasaba frío.

—“Seguro que es jueves” —pensó.

          Todas las semanas, el mismo día, Paquita la asistenta le sacaba de un tirón protestando; después, pasaba la fregona por debajo de la cama y, con malos modos, le daba un empujón con el pie y lo volvía a colocar en donde siempre estaba.

—No sé para qué quiere este árbol de Navidad, ¡solo para criar polvo!, si ya casi no tiene adornos. Cualquier día lo echo a la basura y luego averigua quién ha sido. ¡Señoraaa! ¿Tiro este cartón viejo que hay debajo de la cama de Esperancita? —preguntó chillando a su jefa.

—¡Pero qué manía te ha entrado! —contesto la dueña de la casa desde la habitación de al lado. ¿A ti te molesta el pobre árbol? ¡Pues déjalo en su sitio tranquilo! El abeto respiró satisfecho; hasta el jueves siguiente no tendría que  volver a preocuparse.

         La vida del abeto había sido muy aburrida y triste antes de aquellas Navidades en  las que la niña de la casa lo rescató del cuarto de los trastos. Antes era una simple caja de cartón en donde vino la nevera, bien protegida de los golpes, pero cuando la niña entró en el trastero y la vio se dio cuenta de que de ese envoltorio se podía sacar algo hermoso. La cogió y la llevó hasta el cuarto de estar.

— Mamá, ya sé con qué me voy a hacer el disfraz este año; esta caja me servirá para recortar un árbol de Navidad

         Doña Esperanza vio a su hija tan ilusionada que se prestó a ayudarla, y entre las dos separaron el lado más grande para hacer un  abeto.

         Primero dibujaron la silueta, después con unas tijeras de jardinero lo recortaron. Estuvieron toda la tarde trabajando en él y, por fin,        Esperancita pudo sacar la cabeza por un agujero grande que habían hecho a su altura. ¡Qué contentos estaban todos! Doña Esperanza y su hija porque les había quedado precioso, y el trozo de cartón porque nunca se había visto tan guapo y bien arreglado.

         La fiesta del colegio fue muy divertida, y a los compañeros de la niña les gustó mucho su árbol de Navidad. En el escenario todos la aplaudieron con gana cuando apareció vestida de abeto y con una estrella dorada encima de la cabeza.

         La pequeña lo llevó puesto algunas veces más, pero desde que se  hizo mayor y se fue de casa, la vida de nuestro árbol había sido siempre igual: debajo de la cama, menos los jueves cuando llegaba Paquita.

Ese día oyó un comentario de doña Esperanza a la asistenta:

—Este año viene Esperancita con mi nieta a pasar la Navidad y seguro que le dará mucha alegría ver su antiguo disfraz, así que, ni se te ocurra tocarlo. Le traerá muy buenos recuerdos.

          Cuando el abeto oyó eso, le entró una alegría tremenda. Sabía que se acercaban esas fechas porque desde donde él estaba se oía en la televisión  los anuncios de turrones y de juguetes. También las muñecas de Famosa se iban acercando al portal y una cosa que se llamaba Lotería iba a hacer muy felices a la gente, por lo menos eso es lo que él escuchaba machaconamente desde el dormitorio de su amiga. De vez en cuando, ponían villancicos por la radio y, entonces, sí que se ponía triste. Pero este año iba a ser diferente, ¡venía la niña  de la casa! Se volvería a disfrazar y bailaría junto a ella cuando pusieran música.

         Pasaron unos días y todo seguía igual, hasta que un jueves doña Esperanza dijo que había que hacer limpieza general en la habitación de su hija. Lo volvieron a sacar de debajo de la cama y lo pusieron en el pasillo durante un rato, ¡por lo menos pudo airearse un poco! Cuando ya creía que lo iban a colocar  en su sitio, se acercaron Paquita y su jefa, le pasaron el plumero por encima y le sujetaron de nuevo las bolas, el espumillón y la estrella de la copa. Desde donde estaba pudo ver, de refilón, la mesa toda adornada, ¡estaba preciosa! Se notaba que ya era Navidad de verdad.

         Cuando terminaron, esta vez  lo llevaron al salón y lo apoyaron sobre una pared muy grande, ¡le habían puesto en el sitio más importante de la casa!  Desde allí sí que podía ver todo bien.

—¡Anda, si  también han puesto el belén! —dijo recordando sus buenos tiempos.

En ese momento, sonó un claxon en la calle y  doña Esperanza se asomó por el balcón.

—¡Son ellas, Paquita!, ¡son ellas! —exclamó loca de alegría.

         A la pobre señora, siempre tan aburrida y sola, le cambió la cara; fue como si  se hubiese quitado de golpe una máscara llena de arrugas y tristeza  y  hubiera recuperado la juventud y la lozanía que había perdido  mucho tiempo atrás.

         No os podéis ni imaginar la alegría que sintió el abeto al ver aparecer en el umbral de la puerta a su niña. ¡Cómo había cambiado!  Esperancita se había convertido en toda una mujer. En ese momento nuestro protagonista se dio cuenta de que ella había crecido mucho, pero él seguía igual. Ya no le iba a servir para nada; no podría disfrazarse más porque él  se le había quedado pequeño. ¡Toda su alegría se transformó en pena!  Pensó que su hora llegaría en cuanto pasaran estas fiestas. Paquita se saldría con la suya y lo tiraría a la basura.

 

         Una cabecita pequeña asomó por detrás de la falda de Esperancita. Era una réplica de su madre,  pero en pequeño.

—No seas vergonzosa, Gema, pasa y dale un beso a la abuela. ¡Ay!, pero si está mi abeto —dijo emocionada cuando lo vio  frente a ella. Se acercó a la pared en donde estaba apoyado, lo levantó en brazos y empezó a dar vueltas y vueltas por la habitación.

—Gracias mamá, no sabes la alegría que me has dado, pensé que lo habrías tirado a la basura.

Y dirigiéndose a la pequeña le dijo:

Mira Gema, este árbol lo hice yo cuando era un poquito más mayor que tú y me trae unos recuerdos preciosos; ven que te voy a disfrazar con él.

 

          La pequeña empezó a reír cuando sacó la cabeza por el agujero del abeto, aunque su madre la tuvo que aupar  un poco para que se pudiese asomar.  Esperancita, Gema y el abeto, empezaron a bailar muy divertidos los tres juntos. El árbol de Navidad se llenó de alegría y rió también con ellas.  Ahora sí que tenía confianza en el futuro, se había dado cuenta de que hasta que Gema creciese, todavía le quedaban Navidades para rato.
 
Este cuento está dedicado a mi amiga Esperanza que también tiene un abeto debajo de su cama.

jueves, 12 de diciembre de 2013

NO COMPRES UNA MASCOTA. ADÓPTALA

 

                                    

       Se acercan unas fechas muy esperadas para mayores y pequeños, en las que  Papá Noel y Los Reyes Magos  nos traen todos los caprichos con los que hemos estado soñando durante todo el año.
      Tanto los padres como los niños se vuelven locos pidiendo cosas en sus cartas. En estos días, muchos sueñan con tener una mascota: puede ser de pelo, como los perros y gatos, de plumas como los loros o Agapornis, también pueden tener caparazón como las tortugas o tener escamas como los pececillos
      Tener una mascota nos crea una serie de obligaciones que debemos cumplir, pero no un día o dos hasta que nos aburramos no, el cuidado de un ser vivo será para toda la vida.
      Por eso os pido que leáis atentamente lo que pone en el dibujo que encabeza este escrito y que he tomado prestado, y cuando lo tengáis decidido, adoptar un animalito de los que tanta gente abandona sin ningún miramiento ni corazón.

      Los animales no son juguetes que se cambian de un año para otro, son seres vivos que, como nosotros, necesitan alimento, cariño y cuidado.
      Por favor adopta, ya verás cómo te sientes recompensado.


                               La abuela atómica

miércoles, 30 de octubre de 2013

Mamá,hay un brujo en nuestra habitación. Educación primaria

Dibujo realizado por Guillermo Martínez Ortiz, mi nieto.


      Bea  acababa de llegar de un excitante  viaje desde el centro de África. Ella era la  mejor amiga de la  madre de Guille y Pablo, y estos sabían, con seguridad, que les traería un regalo.

      Por fin, una  tarde fue a verlos con un paquete bastante grande. Ellos tenían mucha gana de ver de qué se trataba y se fueron a su habitación a abrirlo mientras su madre y Bea se quedaban hablando de las aventuras que esta última había vivido en ese continente, tan extraño para ellos.

      De repente, los niños volvieron gritando muy alborotados, con los ojos desorbitados, y con una figura dentro de la caja que le devolvieron a la amiga.

—Mamá, no nos gusta para nuestra habitación —expuso Guille muy agitado—. Seguro que si la colocamos en la estantería vamos a tener unos sueños terroríficos.

—¡Qué miedica eres!! —replicó la madre—. A ver, déjame que la vea.

      Mayca se acercó a la caja y dio un respingo al ver la figura que había dentro. Nunca había visto nada tan feo.

—¡Qué exagerados sois! En Bulubanda esta figura trae buena suerte al que la tiene y protege de los malos espíritus.

—Pues yo creo que es la figura de un espíritu maligno —añadió Pablo casi temblando.

—Mirad, vosotros hacedme caso. Colocadla en la estantería blanca y si empezáis a tener pesadillas, me la llevo y se la regalo a mis sobrinos.

      Eso de que un regalo que era para ellos, fuese a parar a manos de otros niños no les gustó nada ni a Guille ni a Pablo y entonces respondieron:

—Vale, vamos a probar, pero esta noche solo; mañana te llamamos y te decimos cómo nos ha ido.

      Esa noche, la mamá colocó al brujo en la última leja, un poco metido hacia dentro para que no la viesen desde la cama, pero aun así sabían que estaba allí.

      El brujo estaba tallado en piedra oscura, tenía los ojos cuadrados y grandes como si llevase unas gafas de bucear puestas , la nariz era muy ancha, con un aro enganchado en ella  que hacía juego con los que le colgaban de las orejas; los aros debían de ser muy pesados; la boca le llegaba hasta las orejas, sus dientes eran tan largos como  colmillos, y los de arriba encajaban con los de abajo como si se tratase de un perro de presa. El pelo, de punta, estaba hecho con fibras de palmeras o de árboles africanos. En el cuello llevaba un collar de huesos, que Pablo aseguraba que eran de niños pequeños que el brujo había matado y luego se había comido. Estaba sentado y tenía sujeto en una mano un hacha y en la otra una lanza con plumas de colores.

—Guille, ¿y si ese collar está hecho con huesos de niños?— preguntó Pablo.

—Oye, si empezamos así, esta noche no vamos a pegar ojo; vamos a dormir —exclamó Guille enfadado con su hermano pequeño.

        A pesar del miedo, como habían jugado al futbol estaban muy cansados; al poco rato los dos pequeños se quedaron dormidos.

      Al día siguiente, se levantaron como si nada; habían dormido bien y se les olvidó que en su habitación, en la última leja, había un brujo.

      Pasaron los días y llegó la noche de Halloween. En casa de Guille y Pablo hicieron una fiesta; todos sus amigos fueron disfrazados; algunos de esqueletos, de brujas, de momias, etc… Su madre les había preparado un disfraz de fantasma y había llenado el jardín de calabazas con velas dentro. Estuvieron jugando con sus amigos hasta que se hizo muy tarde y cada uno volvió a su casa. Subieron a su habitación y se durmieron enseguida.

      Un ruido y un viento helado despertó a Guille: se había abierto la ventana. Tenía frío, así que intentó, a tientas, buscar las zapatillas para levantarse a cerrarla. De repente se quedó helado, pero no por culpa del frío sino al ver, al lado de la ventana, que el brujo de su estantería se había convertido en un hombre de verdad. Él  había abierto la ventana, y por ella estaban entrando los brujos y hechiceros más terribles que os podéis imaginar, todos con las caras pintadas, con  uñas larguísimas, y llenos de argollas, tanto en las manos como en los tobillos. Algunos llevaban pieles de animales como vestido, y todos tenían lanzas, hachas y otras armas por el estilo. Guille empezó a temblar aunque cerró los ojos para que no se diesen cuenta de que los había visto

—¡Qué no se despierte Pablo!, ¡que no se despierte Pablo! —repetía en silencio. Sabía que si lo hacía, no podría aguantar el miedo y empezaría a chillar como un loco.

       En medio de la habitación había una marmita muy grande, y un hechicero, que parecía el jefe de todo el grupo, moviendo un líquido asqueroso que olía a podrido. Se pusieron a danzar alrededor de la olla un baile horrible a la vez que cantaban. ¿Y sus padres?, es que no oían el escándalo que había en su dormitorio.

      En ese momento, Pablo se despertó, y al ver a los brujos en su habitación, pasó lo que Guille había temido, gritó tan fuerte que   los hechiceros se pararon y dejaron el baile. Parecía que se habían enfadado bastante. Fueron con los cuchillos levantados hacia donde estaban las camas de los niños. Los dos estaban tan aterrorizados que empezaron a llorar, a chillar y a llamar a sus padres, pero ellos no se enteraban de nada aunque estaban  en la habitación de al lado. De repente, el reloj del salón empezó a dar las campanadas, los brujos se quedaron quietos al escucharlas y, como si estuviesen hechos de humo  y polvo, salieron por la ventana que se abrió sin saber cómo. El hechicero volvió a su lugar anterior, y todo quedó en calma. Halloween había terminado.

—¡Guille!, ¡nos hemos librado por poco! —dijo Pablo secándose la cara con las manos, temblando todavía. ¿Crees que nos hubieran matado?

—Hombre, en la olla iban a cocer a alguien ¡Qué cosa tan terrible podía haber pasado!

—¿Tú crees que si  se lo contamos a alguien nos van a creer?

—Pablo, mejor, no se lo digas a nadie. Pensarán que estamos locos. De todas formas, esto no va a volver a pasar —le dijo Guille tranquilizándole. Cogió la figura del brujo, la tiró contra el suelo haciéndola mil pedazos, y después la envolvió en un papel. Al día siguiente, al ir al colegio, la tiró a un contenedor.

       En clase, los dos hermanos estuvieron muy nerviosos hasta que  poco a poco se fueron tranquilizando. Cuando volvieron a casa le dieron un beso a su madre y fueron directamente a su habitación, no querían pensar que estuviese allí la marmita o alguno de los hechiceros que habían visto  la noche anterior.

—¡Menos mal!, no hay nadie —dijo Guille y dejó la mochila tranquilamente encima de la cama.

- ¡Mira Guille! —exclamó Pablo señalando la estantería. Allí estaba la figura del brujo otra vez.       Al verla, salieron corriendo hasta el cuarto de estar.

-Mamá, mamá, hay un brujo en nuestro dormitorio —gritaron con desesperación.

—Pero, claro, si es el que os trajo Bea de su viaje por África.

      Los dos niños,  mirándose en silencio, se sentaron sin fuerzas en el sofá.

 

 

 



Autor:Guille Martínez Ortiz









Autor:Pablo Martínez Ortiz



jueves, 3 de octubre de 2013

El gorrión y La Flauta Mágica. 2º Ciclo de educación Primaria.

 
Dibujo realizado por Guillermo Martínez Ortiz para
la ilustración de este cuento.


El gorrión y la flauta mágica

 

Todo el bosque estaba preparado para recibir a la nueva estación. La primavera estaba a punto de llegar y los primeros brotes aparecían en las ramas de   los árboles, los campos se llenaban de flores y los pájaros ya tenían sus nidos preparados para acomodar su puesta de huevos.

Una pareja de gorriones llevaba unos días esperando el acontecimiento. Sus huevos blancos con pequeñas manchas negras, descansaban sobre las hojas, ramas y trozos de hilos y cuerdas que habían tejido para formar su casa. El padre y la madre se turnaban para incubarlos.

Una mañana la primera cría rompió un huevo con el pico y se vio libre de la cáscara que lo tenía aprisionado. A continuación, los demás se empezaron a animar y los cuatro gorrioncillos estuvieron dispuestos para recibir la comida que les traerían sus padres.

Los gorriones se alternaban en el cuidado de los pequeños; unas veces los cuidaba la madre, y el padre iba a recoger granos, frutas y pequeños insectos, y otras era ella la que salía a buscar la comida mientras el padre se quedaba con los pichones. Pasó el tiempo y los pajaritos se prepararon para salir del nido. Una tarde el más espabilado saltó de la rama y sus padres lo siguieron para ayudarlo. Le enseñaron a coger las hormigas del suelo y le sostuvieron con sus alas para que levantase el vuelo, así lo hicieron con todos hasta que fueron mayores y totalmente independientes.

Los pájaros piaban tanto que las ardillas que vivían cerca de ellos a veces tenían dolor de cabeza, sin embargo, había uno en especial al que sí daba gloria escuchar. Él no piaba, él cantaba y lo hacía mejor que un ruiseñor. Conseguía que todos los animales que estaban cerca dejasen lo que estaban haciendo y parasen para oírlo. El gorrión no descansaba aunque estuviese anocheciendo. Una tarde, el búho del árbol vecino que estaba asombrado de los pulmones del pequeño gorrión dijo:

—Sus trinos parecen el sonido de una flauta mágica; a partir de ahora te llamaré Flautín.

A los animales del bosque les hizo gracia lo que dijo el búho, así que, Flautín por aquí, Flautín por allá, se quedó con ese nombre.

Los padres estaban muy orgullosos y asombrados de su hijo; no era normal que un gorrión cantase así, por eso dudaban de si ese huevo que habían incubado podría ser de otra clase de pájaro, quizás de un canario o de un ruiseñor, aunque por otro lado su apariencia externa era la de un gorrión: Flautín tenía que ser hijo suyo.
Los pequeños gorriones cada vez se atrevían a volar más lejos; durante el día hacían sus inspecciones por los alrededores y luego volvían a dormir al mismo árbol. Flautín era el más madrugador y también el que regresaba más tarde. Sus padres estaban intrigados; no sabían cuáles serían las ocupaciones diarias de su hijo.
—Mañana, en cuanto se levante, lo seguiremos para ver a dónde va —dijo la madre un poco preocupada.
Eso hicieron, en cuanto Flautín levantó el vuelo sus padres lo siguieron a una distancia prudencial para no ser descubiertos. Volaron durante un rato sobre unos huertos cercanos que estaban llenos de naranjos y limoneros. El olor a azahar llenaba el aire. Divisaron a lo lejos a su hijo; se había posado en la rama de un limonero. En ese momento oyeron la melodía que él siempre cantaba. Al principio, pensaron que se había parado a descansar y había aprovechado para entonar su canción favorita, pero comprobaron que cerca había una casa de donde salía el sonido de una flauta que parecía mágica de verdad. Su hijo la escuchaba embobado. La casa era pequeña, pero se veía muy cuidada; en el jardín había un perro que ladraba sin parar y dos o tres gatos que no quitaban ojo a la rama en donde estaba Flautín posado. Los padres se preocuparon un poco, no parecía un lugar seguro. En el piso superior de la casa había una ventana abierta y, dentro, una señora sentada al piano acompañaba a una jovencita que tocaba con una flauta la misma melodía que su hijo les entonaba todos los días. Cuando terminó la muchacha, Flautín empezó con sus trinos. Ella se asomó a la ventana, parecía que ya estaba acostumbrada a oírlo porque sonreía mirándolo mientras el gorrión repetía una melodía parecida a la que ella acababa de interpretar. Los padres se dieron cuenta de que en ese lugar su hijo había aprendido a cantar. Levantaron el vuelo y dejaron a Flautín disfrutando de sus clases de música.
Todos los días, el gorrión volvía para escuchar a su amiga, se colocaba en el limonero que había elegido el primer día que llegó a aquel huerto y esperaba a que se abriese la ventana, a que la señora se sentase al piano y a que su amiga empezase a ensayar. Una mañana estuvo aguardando durante mucho rato, pero nadie se asomó. Flautín volvió a su casa muy triste; no se explicaba dónde había ido su amiga ni por qué había dejado de interpretar sus preciosas canciones. El búho, extrañado de que esa tarde no cantase, le dijo desde su rama:
—¿Qué te pasa Flautín?, ¿esta tarde no cantas?
—No tengo ganas señor búho, lo siento —y se acurrucó en una rama al lado de sus hermanos.

 Todos, en el bosque, echaron de menos sus trinos.
Por la noche estuvo lloviendo sin parar. Flautín no pudo pegar ojo, aprovechó para levantarse más temprano y como no sabía qué hacer se dirigió hacia el huerto en donde se encontraba la casa de su amiga. Cuando se colocó en su rama, la vio, se dio cuenta de que la chica estaba en la puerta esperando a alguien. En ese instante apareció un coche rojo como el tejado y, dentro de él, la señora que tocaba el piano con un vestido negro muy elegante. La chica también estaba muy guapa, parecía una artista. Se subió al coche y el motor arrancó suavemente, parecía que el conductor no lo quería manchar con el barro de los charcos que había por el jardín. Flautín, intrigado se dispuso a seguirlas. Atravesaron los huertos que rodeaban la casa y salieron a una carretera que tenía mucho tráfico. ¡Ay! ¡Qué complicado era volar por encima de tantos coches! El humo subía hacia donde él estaba y le irritaba los ojos, le lloraban tanto que casi no veía, además, iban tan deprisa que le costaba mucho seguirlas; menos mal que el color rojo se veía a gran distancia y eso le facilitaba un poco las cosas. De repente, sin saber por   dónde, salió otro coche del mismo color y forma parecida. ¿Cuál de ellos sería? Ahora sí que estaba en un aprieto. Bajó un poco el vuelo y aprovechando que los coches se habían parado se dispuso a mirar por las ventanillas para ver en cuál de ellos estaba su amiga. Por fin la vio, ya no se le iba a escapar. Entonces se encendió una luz verde que estaba colgada de un árbol muy extraño, sin ramas ni hojas ni nada, y todos los coches salieron corriendo haciendo mucho ruido. Por poco se cae al asfalto; estaba desprevenido cuando los motores arrancaron. El coche rojo se paró y las dos chicas se bajaron de él. Se pararon ante el edificio más bonito de todos los que allí había.
La entrada era tan alta que sus dos amigas parecían hormigas cuando subieron por las escaleras. Intentó seguirlas pero se dio cuenta de que había unas puertas de cristal que daban vueltas y vueltas y, aunque hizo varios intentos de pasar detrás de ellas, estuvo a punto de estrellarse contra los cristales, así que desistió y se posó en un árbol que había por allí cerca para esperar a que salieran.
Había transcurrido bastante rato y Flautín se estaba impacientando. Allí solo, sin nadie de su familia y sin saber dónde estaban sus amigas empezó a notar que el corazón se le encogía, la verdad es que estaba un poco asustado. Nunca se había sentido así y no le gustó nada esa sensación.
Levantó el vuelo y se acercó a una de las ventanas que el edificio tenía en la parte superior, se posó encima del alfeizar y pudo ver una sala grandísima en donde hombres y mujeres tocaban cada uno un instrumento diferente aunque interpretaban a la vez la misma melodía. Entonces la vio: su amiga, delante de todos, tocaba con su flauta una de las canciones que ella había ensayado. Después, ¡qué maravilla! todos tocaron la que ella y él practicaban a diario en la casita del huerto. No lo pudo resistir, se coló por una claraboya que estaba abierta y, volando en círculos, se posó encima del piano.


En el centro de la sala, ella estaba radiante, parecía la más importante de todos; estaba más guapa que nunca. Un señor con una ramita pequeña en la mano hizo un gesto y todos se pararon. Entonces oyó un sonido muy fuerte y cuando miró hacia el otro lado vio a muchas personas que juntaban y separaban las manos, haciendo un ruido parecido al que él hacía con las alas cuando estaba aprendiendo a volar.

 La joven se inclinaba hacia adelante y sonreía a todos.
Uno de los músicos se dio cuenta de la presencia de Flautín y avisó a unos compañeros:
—¡Coged   ese pájaro! Nos va a estropear el concierto.
Otro se levantó y le echó por encima su chaqueta negra para atraparle, pero, en ese momento, ella miró hacia donde estaba el gorrión y lo reconoció enseguida, ese gorrión era Flautín, la había seguido hasta el Teatro de la Ópera.
—¡No! Por favor no le hagáis daño, es mi amigo, ya veréis como canta conmigo mientras toco la flauta —exclamó asustada.
Lo cogió con cuidado y lo colocó sobre su hombro, sujetó despacio la flauta para que Flautín no se cayera y empezó a tocar la pieza que siempre ensayaba y que él oía desde la rama del limonero. Ante el asombro de todos, el pajarito acompañó con sus trinos las notas que salían de la flauta. Los músicos de la orquesta, el director y el público no se podían creer lo que estaban escuchando en ese momento había un gorrión interpretando La Flauta Mágica de Mozart, ¡eso era impensable!
Se hizo un gran silencio y volvieron a repetir la misma pieza del repertorio ¡qué maravilla! no desafinó ni una nota.
La gente volvió a mover las manos como habían hecho antes con su amiga. Ella estaba muy contenta y él muy feliz, porque, aunque era un simple gorrión, cantaba como un ángel. Eso era lo que siempre le decía Laura cuando se iba la gente y se quedaban solos. A veces, cuando actuaban por la noche, a través de los cristales de las ventanas, se veía a un extraño grupo compuesto por un búho y un grupo de gorriones escuchando sin pestañear las preciosas melodías de Laura y Flautín. Luego, se acercaban a la puerta del teatro a ver el cartel anunciador:

HOY


9ª REPRESENTACIÓN DE “LA FLAUTA MÁGICA”

(DE MOZART)

Entonces los padres de Flautín preguntaban al señor búho, que era muy sabio y sabía leer muy bien:
—¿Quién será ese Mozart?
Y el búho haciendo gala de su sabiduría contestaba:
—Debe de ser el dueño del teatro —afirmaba.

Luego añadía:
—En ese cartel pone que están tocando La Flauta Mágica, seguro que se refieren a Flautín, ¿habéis visto como yo tenía razón? su sonido es verdaderamente mágico.
Y al escucharle, sus padres se sentían muy orgullosos de tener un hijo como Flautín.

 

                                               Fin

 

 

     


sábado, 28 de septiembre de 2013

Dos músicos en la familia

Instantáneas
 
Esta mañana me han dado una alegría por teléfono. Ha sonado el teléfono y mi hija me lo ha dado rápidamente.

-Toma, es Pablo que quiere hablar contigo; no entiendo lo que dice.

-Hola Pablo, ¿qué ocurre?

-Abuela ¿tú me puedes enseñar a tocar el fagot?

Pablo siempre me sorprende de una forma u otra.

-Pablo, yo no sé tocar el fagot, eso debe de ser muy difícil. Solo sé  tocar un  poco el piano y, hace tanto tiempo que no lo hago, que ya casi ni me acuerdo.

-No, si me refiero a que si me puedes enseñar las notas, es que no me las sé y quiero aprenderlas para tocarlo.

-Ah-, suspiro aliviada-, eso sí que puedo hacerlo, pero ¿cómo se te ha ocurrido escoger ese instrumento? Le pregunto todavía sorprendida.

-Pues no sé, ayer en la clase donde va Guille a aprender flauta travesera, estaban tocando un fagot y me ha gustado.

Pues nada-, le digo-, en cuanto vengas a casa, te enseño.

Pablo se ha quedado muy contento y yo más. Siempre he querido  tener un músico en la familia, y ahora con un poco de suerte tendremos dos: Guille y Pablo.
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miércoles, 11 de septiembre de 2013

Una lluvia muy especial. Educación infantil y primaria.



 
Hace una tarde fea y gris, de esas en las que apetece estar en casita con la calefacción puesta y merendando, calentitos,  chocolate con churros o cosas parecidas: donuts, madalenas, bizcocho de la abuela, croissants, torrijas…
Guille está aburrido, tiene mucha hambre pero, en casa, para merendar, solo hay cosas tan aburridas como él: plátanos, manzanas y galletas. A él le gusta mucho la fruta, pero  una tarde aburrida necesita algo divertido para  levantar el ánimo. De un momento a otro,  las nubes van descargar toda el agua que, como esponjas grises, han empapado en el mar.
-Guille, ha empezado a llover-, le dice Pablo, entrando en el salón como un loco.
-Vaya fastidio, ya no vamos a poder ir a casa de la abuela, me prometió que hoy nos iba a hacer un bizcocho de chocolate. Voy a llamarla.
-Hola abuela, soy Guille. ¿Nos has hecho el bizcocho?-, pregunta con ansiedad.
-Pues claro, pero con la que está cayendo no os aconsejo que salgáis. Es mejor esperar a que pare de llover.
Guille se asoma una y otra vez, nervioso,  esperando que termine de caer agua. Por fin aclara, ya se ven las estrellas y la luna ha aparecido  entre las nubes como un globo lleno de leche.
-Mamá, ya podemos salir, la abuela nos está esperando para darnos el bizcocho-,le dicen muy contentos ante la perspectiva de una rica merienda.
Los niños se meten en el coche y van a casa de la abuela, que está en el campo, sin  miedo a ponerse como sopas.
Cuando salen del coche su madre les avisa:
-Alto, mucho cuidado por donde pisáis, el suelo está lleno de caracoles.  
Es verdad, los niños se asombran de la cantidad de estos animalitos que hay por todas partes, nunca habían visto tantos ni tan juntos; están paseando solos o en grupo, por el suelo pero también están subiéndose por las paredes y han empezado a comerse las macetas. Pasan despacito mirando donde ponen el pie para no pisarlos. Pobres caracoles si los pisaran les romperían la casa y  se morirían. Cuando llegan a la puerta, tocan el timbre y al salir su abuela, le dicen llenos de emoción:
-Abuela, ¿sabes qué? ¡Han llovido caracoles!
La abuela comprende que sus nietos necesitan algunas aclaraciones sobre los caracoles y la lluvia, así que con una gran sonrisa les invita a pasar.
-Vamos  dentro, chicos, al lado de la chimenea hablaremos de los caracoles.


martes, 18 de junio de 2013

El ogro Zampón visita el colegio de los Maristas Merced Fuensanta.



Esta mañana, bien tempranito,  he tenido el gusto de visitar con mi cuento, EL OGRO ZAMPÓN, el colegio de Los Maristas.  Un total de ciento cincuenta  niños, cinco clases  de tercero de infantil, has asistido a una sesión de cuentacuentos y  se han portado de maravilla. Ester, una de las  profesoras me pidió que les mandase el cuento el día anterior con el fin de leérselo  una vez, antes de que yo se lo  contara para que les sonase algo. La verdad, no tenía muy claro si sería un poco largo para niños tan pequeños, pero me han dejado asombrada con la cantidad de datos que habían retenido de él.   Han participado mucho y han contestado a mis preguntas con un interés tremendo. Al principio, les iba preguntando cosas según les contaba el cuento pero, luego, he tenido que dejar de hacerlo y contárselo todo seguido porque cuando intervenían era difícil hacerlos parar. Cuando hemos llegado a un punto en el que al ogro Zampón le pican las hormigas, han empezado a nombrar las clases de hormigas que conocían y ríete de los programas  de animales de la segunda cadena.  Les he preguntado qué era lo que más les  había gustado del cuento y muchos de ellos han contestado que cuando el niño  le cambia el nombre  de Zampón por el de Cumplidor.
Después de leer les he preguntado si encontraban algún parecido entre este cuento y algún otro que ellos conociesen. Uno de ellos, enseguida ha respondido que en el cuento de Pinocho el  hada también le castiga por mentir. No era fácil encontrar ese paralelismo pero, ellos, lo han hecho.
 Al terminar,  les he dicho que les tocaba el turno a ellos: les he pedido que  alguien me recitase una poesía o me contase un cuento. Ha salido un poeta, una cantante y un intelectual; todos lo han hecho muy bien sin ningún apuro han cogido el micrófono y con mucha soltura han actuado delante de sus compañeros. Después, Jorge creo que se llamaba, nos ha dado una charla sobre el Universo que nos ha dejado a todos con la boca abierta. ¡Qué manera de explicar los planetas! Por supuesto que Jorge, de mayor, quiere ser astronauta.
Por último les he enseñado mi blog de cuentos y les he recomendado que entren en él de vez en cuando.Seguro que se divierten.
Solo he estado una hora con ellos pero ha sido muy intensa y provechosa para todos.
Un beso muy fuerte para todos ellos y para sus profesoras.

domingo, 2 de junio de 2013

Guille y Pablo: La sorpresa de Guille. Educación Primaria.



Los amigos de Guille lo saben, las mamás del colegio lo saben y, hasta Mayca, la madre de Guille, está enterada de todo pero, a él, no le han dicho ni media palabra, quieren que sea una sorpresa. Todo el mundo está de acuerdo en que va a ser la mayor alegría que le pueden dar.
Hoy Guille ha ido a clase como todos los días sin sospechar nada, pero sus compañeros sí que están nerviosos; llevan muchos días guardando el secreto y, eso es algo muy difícil para los chicos de esa edad. Han estado cuchicheando durante el recreo y luego, en el comedor, sus compañeros Pepe, Miguel, Luis y Paco han explotado.
-Guille, vas a tener una sorpresa, adivina qué es-, le dicen poniendo cara de misterio.
Guille se ha quedado pasmado, piensa que es una broma y exclama:
-Que los tres os vais a quedar conmigo a hacer los deberes.
Guille, después de comer se queda haciendo los trabajos de clase mientras  sus amigos tienen futbol, y echa de menos su compañía cuando trabaja, por eso, también le hubiese gustado que ellos se hubiesen quedado con él.
-No, frío frío-, responden
-Ya sé, la sorpresa es que viene mi amigo Adrián-, exclama riendo.
 ¡Todos se han quedado de piedra! ¿Cómo habrá adivinado que es verdad, que Adrián está de nuevo en Murcia? Fingen como pueden.
-Sí hombre, cómo va a venir desde Ecuador-, dicen  disimulando mientras terminan de comer.
-La sorpresa  te va a hacer llorar mucho mucho y es… un sándwich de jamón y queso-, le  explican muy serios.
-Y ¿por eso voy a llorar? –pregunta extrañado.
-Sí, porque quema. Todos ríen ante las tonterías que se les están ocurriendo.
Por fin, terminan de comer y Guille, como todos los días, se va a  estudio mientras que  los otros compañeros salen al patio a jugar al fútbol. Él no sabe que su madre ya ha hablado con las monitoras para que al terminar de comer, en cuanto llegue su amigo, le dejen salir  a jugar con toda la clase para celebrar su regreso.
Cuando llega Adrián al colegio, todos los chicos que están jugando en el patio van corriendo a saludarle, Guille está dentro y no se entera. La monitora le dice que salga, que hay alguien fuera que quiere saludarle, que puede ir también a jugar con todos porque tiene el permiso de su madre.  El encuentro entre los dos amigos ha sido muy emotivo; Guille es un chico muy sensible y al ver a su amigo del alma se ha abrazado a él y no podía parar de llorar. Las madres de los demás niños, que también habían llegado para recibirle y darle la bienvenida después de tantos kilómetros de avión, se han emocionado al ver llorar así a Guillermo.
Adrián y Guille han ido juntos al colegio desde pequeños, siempre  decían que eran los mejores amigos del mundo; celebraron juntos muchos cumpleaños, Guille fue a la comunión de Adrián y este a la suya,  han pasado  jugando  muchos fines de semana, estaban en el mismo equipo de fútbol   y siempre pensaron que no habría nada en el mundo que los pudiera separar, hasta que un día… Tony, el profesor, dio la noticia en clase:
-Chicos, os tengo que decir algo que no os va a gustar mucho. Adrian, vuestro compañero, tiene que volver a su país.
 Guillermo ni siquiera podía sospechar que algún Adrián se iría de España; se había imaginado su vida siempre  al lado de su amigo. Cuando Adrián tuvo que volver a su país se le cayó el mundo encima. Sus abuelos para quitarle el disgusto se lo llevaron a la playa, le dijeron que todas las personas van dejando durante su vida montones de amigos, pero que esas amistades no se olvidan, que se guardan en el corazón como un tesoro, y le ponen el ejemplo de su madre:
-Mira Guille,  nosotros nos teníamos que mudar muchas veces de ciudad por el trabajo de tu abuelo ,y tu madre tenía que hacer amigos en cada colegio nuevo a donde llegaba y dejar a los otros con todo el dolor de su corazón, pero ahora tiene muchos amigos en muchas ciudades-, le dice su abuela.
No parece que eso le consuele mucho pero, poco a poco, entre los baños en la playa y las fiestas de San Juan se le va pasando el disgusto, aunque sigue acordándose de él.
Ahora, tiene de nuevo a Adrián a su lado. Han vuelto las meriendas en las hamburgueserías, las excursiones a la playa, las fiestas de bienvenida, pero hay que hacerle comprender que solo va a estar aquí quince días, después se marchará otra vez y eso será otro golpe para Guille. ¿Cómo lo aceptará? Espero que  mejor que la primera vez; Guille ya tiene once años y debe comprender que la vida, de vez en cuando, nos da sorpresas, unas buenas y  otras malas.
Menos mal que la madre de Adrián les ha prometido que van a volver a España una vez al año. Esta vez, la despedida será un poco menos amarga.

El dibujo en de una página para colorear "Dibujos de amigos"

¡¡Bienvenido, Adrián.!!



sábado, 1 de junio de 2013

Guille y Pablo: Conversaciones con Pablo, un futuro emprendedor.Educación Primaria.

Es la hora de la siesta y mi nieto Pablo está conmigo. Con un niño de seis años es difícil  reposar  después de comer, así que, para que se distraiga y me deje descansar  enciendo la televisión. Con el mando hago una pasada por distintos canales y elijo, con su permiso, un reportaje en la segunda cadena. Los reporteros han realizado un viaje magnifico durante dos años  alrededor del mundo y ahora están descendiendo desde el llamado Nilo Azul hasta su desembocadura. Han pasando por muchos países, algunos son muy  acogedores pero otros bastante peligrosos. Tanto él como yo estamos muy atentos observando maravillados todas las aventuras tan arriesgadas  que están viviendo estos hombres. Entonces Pablo me mira y me pregunta:
-Abuela,  ¿los percebes son caros?
 Lo que menos me podía imaginar en ese momento era que un niño  de seis años saliese con esa pregunta. Intento aguantarme la risa porque me hace mucha gracia.
-Pues sí son caros porque son difíciles de pescar.
-Se pescan donde hay muchas rocas ¿verdad?
 
Pescando percebes

-Sí y además normalmente se agarran en las zonas en donde las olas baten más fuerte. Aquí en el rio Nilo no hay percebes-, le aclaro por si no se ha dado cuenta, pero  el que sigue aclarando las cosas es él:
-Ya lo sé pero en mi playa en Campoamor si hay muchos, y este verano yo voy a vender percebes.
-Me extraña que en Campoamor haya percebes-, le digo para que me deje seguir viendo el reportaje en donde están hablando de las pirámides nubias que son una preciosidad.
-Abuela, ¿cómo se cogen los percebes?-, continúa.
-Pues con un cuchillo para poder despegarlos bien de las rocas-, le explico.
-Y ¿con tijeras no se puede?-, sigue preguntando.
-Yo creo que no, porque los romperías-, le aclaro.
 

-Pues yo este verano voy a vender percebes y pescadillas. En mi playa hay muchas, yo las he visto.
En ese momento le llama la atención las pirámides de las que están hablando y su antigüedad. El  reportero  comenta que las ruinas que tiene delante son del 2.115 antes de Cristo, pero Pablo se queda solo con el número.
-Abuela, se ha equivocado, como va a ser el 2.115 si estamos en el 2.013.
-Ha dicho antes de que naciera Jesucristo-, le explico.
-Entonces, las hicieron hace…,-inmediatamente hace la suma-, 4.128 años. ¡Qué bárbaro!-, dice, y se queda tan pancho.
 Con lo pequeño que es, cómo maneja los números; me deja totalmente asombrada y él continúa hablando:
-Abuela, para poner una tienda ¿hay que pedir permiso a alguien?- siguen proyectando el reportaje, interesantísimo, en la televisión-  pero yo ya no sé qué es más interesante si lo que ponen en la pantalla o las preguntas de mi nieto.
-Sí,  tienes que pedirlo en el ayuntamiento para que te dejen vender.
-Y para vender en la calle ¿también?
-Sí,- le contesto.
-Ah, pues mi madre tiene un amigo en el ayuntamiento que a lo mejor nos  puede dar permiso para vender los percebes y las pescadillas.  En mi playa hay muchas pescadillas.  También hay otros peces blancos ¿Tú te acuerdas cuando te pusiste las gafas de bucear, unos peces blancos que había? Pues esos no los he visto nunca en otro sitio, solo en Campoamor-, aclara.
-Bueno, seguro que sí los has visto, lo que pasa es que dentro del agua los peces parecen diferentes con los reflejos de la luz-, le contesto.
-Sabes lo que te digo, que a lo mejor mi madre no me deja vender pescadillas-dice poniéndose pensativo-,  porque el año pasado me metí donde va mi hermano Guillermo a bucear y casi me ahogo. Tuvo que entrar ella a por mí porque no llegaba a la orilla.
 Mientras, los cuatro reporteros  han llegado a los templos egipcios de  Abu Simbel y el tema de la venta callejera ha pasado a segundo término.
Templo de Abu-Simbel


-Abuela, a mí me daría miedo meterme en ese sitio, está muy oscuro. Oye, si Jesús es el verdadero Dios ¿por qué ellos creen en otro Dios?
 A ver cómo le explico esto, ¡me pone en cada aprieto!
-Ellos creen en Alá y nosotros en Jesucristo pero en realidad  solo hay un Dios, lo que pasa es que se le llama  con distintos nombres-. En ese momento eso es lo que se me ocurre para explicarle sus dudas.
Las vistas que salen  en la pantalla son una maravilla; después visitan la pirámide de Keops.
Siguen contando que está hecha con 2.300.000 bloques piedra de 2 toneladas cada uno. Pablo, con sus  seis años, inmediatamente calcula el peso de todas las toneladas.
-Abuela, son 4millones  seiscientas mil toneladas  de piedra….
 
Pirámide de Keops

No recuerdo bien las exclamaciones que siguió haciendo sobre la cantidad de piedra que utilizaron;  menos mal  que los expedicionarios llegaron a El Cairo y mi nieto dejo de darle vueltas a su cabeza. Yo también a la mía.
La conversación de esta tarde me ha devuelto la confianza en la recuperación económica de nuestro país. Si  tenemos suerte, y hay muchos niños como este preparándose en nuestros colegios, la falta de emprendedores que tenemos actualmente se acabará, y  en poco tiempo todos saldremos  de la crisis.
 
Las fotografías las he cogido prestadas de internet. Muchas gracias.
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martes, 21 de mayo de 2013

Una clienta incómoda. Educación secundaria.

La tienda de modas que le habían recomendado estaba situada en el primer piso de un edificio muy moderno en la zona centro de la ciudad. A Dña. Patro le hubiese gustado más que se encontrase en una planta baja; cuando tenía que subir al primer piso le daba apuro llamar al ascensor, prefería ir por las escaleras, no porque no se cansase no, sino por el qué dirían. Sus kilos de más le pesaban bastante. Hizo una parada en el rellano y cuando consiguió coger aire terminó el tramo de escaleras que le faltaba para  llegar. Quería un traje de madrina y, en ese lugar, podía encontrar lo que ella necesitaba. Un letrero fluorescente señalaba que estaba en el sitio adecuado: “Modas Ana, vestidos inteligentes para gente elegante”. Las letras parpadeaban intermitentemente avisando de los trajes que podían encontrar y de quiénes los podían vestir. Cuando se recuperó del impacto que le había producido el anuncio, llamó al timbre y esperó jadeante a que abriesen la puerta mientras su corazón se iba calmando según pasaban los segundos.
Una señora  rubia, elegantemente  vestida  toda de negro, salió a recibirla:
-Buenas tardes, ¿qué desea? -dijo mirándola con cara de extrañeza al darse cuenta de que esa señora, precisamente, no era del tipo de las que se vestían en su tienda.
-Buenas tardes. Verá, necesito un vestido para una boda. Voy a ser la madrina y me han dicho que ustedes tienen los mejores de la ciudad.
La señora rubia la volvió a mirar de abajo a arriba. Paseó  despacio sus ojos por los tobillos hinchados y  las pantorrillas rechonchas de la clienta y siguió por los michelines de la cintura y su abundante pecho.
-Pase, pero…, no sé si aquí habrá algo que pueda servirle. Vaya mirando entre los vestidos que hay expuestos –le indicó señalando unos percheros- y cuando encuentre algo que le guste, veremos si tenemos su talla – dijo de una manera algo despectiva, como si quisiera perdonarle la vida por el atrevimiento de  querer vestirse en su local.
Dña. Patro fue repasando las perchas: gasas, terciopelos, sedas adamascadas, muarés… Por fin pareció decidirse por uno de ellos,lo señaló para  que la señora rubia y elegante que la había recibido, le buscase su talla:
-Me gusta este. Creo que me hará más delgada.
-Pues lo siento, ese modelo es el único que nos queda, y es una treinta y ocho- dijo regodeándose con una sonrisa que no tenía nada de agradable-, pero aquí hay uno que le puede sentar de maravilla. Tiene que vérselo puesto. No diga nada hasta que se lo pruebe.
Dña. Patro cogió el vestido que le enseñaban y entró en el probador; primero se quitó la blusa un poco sudada -¡como le molestaba esa humedad que siempre le acompañaba debajo de las axilas cuando iba de compras!-, luego la falda. Con un poco de esfuerzo intentó meterse en el vestido de terciopelo rojo que le habían ofrecido,por fin entró en él. Empezó a subirse la cremallera hasta que logró cerrársela. Se encontraba muy incómoda. El vestido le apretaba y se iba ciñendo más y más a su cintura, era como  si los tentáculos de un pulpo la abrazaran dejándola sin respiración. Intentó quitárselo pero era imposible, la cremallera se había atascado.  Llamó a la encargada de la tienda pero nadie la oía, se empezó a marear y   a asfixiarse, hasta que la falta de aire  fue la causante de que perdiera el conocimiento.
El golpe que Dña. Patro se dio en el suelo, hizo que entrasen enseguida a socorrerla. Rápidamente le bajaron la cremallera y una corriente de aire fresco empezó a entrar en sus pulmones.
-¿Se encuentra usted bien? le preguntaron las dos mujeres que en ese momento estaban en la tienda.
-¡Ay, sí, qué alivio! Ya se me está pasando. ¡Qué susto me he llevado! Creí que me moría.
La dueña la ayudó a vestirse y, Dña. Patro recogiendo su bolso que también había ido a parar al suelo, salió de la tienda disparada con el susto todavía en el cuerpo.
La señora rubia y elegante vestida de negro –un poco molesta- habló con su dependienta:
-Mis creaciones son así, no sé porqué no leen bien el rótulo de la entrada, lo pone bien claro:
“ Modas Ana, vestidos inteligentes, para gente elegante”.

El dibujo lo he tomado  prestado una página de "Dibujos de señoras gordas" de internet.