Mensaje de bienvenida

¡Y sin embargo algunas personas dicen que se aburren!¡ Démosles libros!¡Démosles fábulas que los estimulen!¡Démosles cuentos de hadas! Jostein Gaarder

jueves, 7 de junio de 2012

Tango, el perro pastor, en marionetas para el 1er. ciclo. Animación lectora.Dramatización.


Todas las actividades entaban enfocadas a animar a los niños a leer.



 Como os  comenté en mi visita al Colegio Juan Carlos I de Llano de Brujas,  dentro de la Semana de animación a la lectura, la profesora Fuensanta Leantes y sus alumnos  de 6º C adaptaron el cuento Tango, el perro pastor, para los niños de 1er. Ciclo.



Escenario en donde realizaron la obra de títeres.
 Aquí os pongo unas fotos de las marionetas que hicieron para el teatro. Más adelante intentaré  subir el video de la representación,que acompañaron con canciones con letra sobre la historia de Tango.No tengo fotos de las ovejas, pero estaban preciosas.
Tango, el protagonista, hecho c on tela y relleno como las demás
Adrián y Luis con los los padres del primero.


Aquí tenéis al oso que dio un tremendo susto a Luis.


Mi agradecimiento a Fuensanta y a los niños de 6ºC  por el buen rato que nos hicieron pasar a todos.

viernes, 1 de junio de 2012

Guille y Pablo: El dragón de papiroflexia.2º y 3er. ciclo

Dragon de papel: Estos son los trabajos del Origamista Profesional Satoshi ...
gruaboy.blogsome.com

Guille  llevaba unos días haciendo aviones de papel y aunque le salían muy bien, su ilusión era hacer  otro tipo de figuras más divertidas.
-Abuela, mi madre dice que tú  hacías animales de papiroflexia cuando eras joven.
- Sí, tiene razón,  pero ahora  ya no me acuerdo, solo podría  hacer el gorro  de soldadito y el barco-, contestó la abuela sabiendo que le iba a causar una decepción a su nieto.
  Efectivamente, Guille se llevó una desilusión, y al ver que nadie le ayudaba,  empezó a probar él solo. Como era muy habilidoso, hizo una figura que se parecía bastante a un periquito.
-¡He hecho un periquito, he hecho un periquito!-, gritó  mientras iba por el pasillo corriendo hasta donde estaban sus padres y  sus abuelos charlando.
La verdad es que la figura se parecía bastante a un pájaro, pero le faltaba algo de gracia. La abuela  pensó que su nieto necesitaba alguna ayuda, por ejemplo, un libro que le explicase cómo  hacer los animales que tanto deseaba. Al día siguiente se presentó en casa con ”El arte de la papiroflexia”. Cuando Guille  lo vio, se le iluminó la cara.
-Gracias abuela, gracias, ¡qué buena idea! Ahora aprenderé  a hacer todo lo que me gusta. Salió disparado al despacho de su padre y de allí cogió un paquete de folios  y desapareció. Al cabo de un rato entró  muy contento:
- Mirad,  he hecho una grulla y un pingüino. 
- Muy bien-, dijeron todos-. Mañana llévaselos a tu profesor para que los vea.
Al día siguiente, Guille  vino del colegio con muchos encargos; tenía que hacerles  a sus amigos un montón de animales.
-Mamá, cuando aprenda bien, empezaré con los animales de la prehistoria que son más difíciles...
La mamá de Guille le aconsejó:
-Debes  practicar con papeles de revistas y con trozos de papel regalo o de periódicos  para no gastar folios  blancos innecesariamente  y para que los animales  te queden más divertidos.
-Llevas razón mamá, cogeré del cuarto de estar las revistas y unos restos de papel charol que tengo de las manualidades del cole.
Guille se pasó toda la tarde trabajando con los papeles y pudo sacar un pez precioso y  una tortuga de color verde pero, después, hizo una rana, un  pingüino y, cuando los terminó, empezó a plegar y a plegar un trozo de papel charol rojo  que tenía en la mano hasta que se quedó satisfecho.
-¡Tatatachan!  Acabo de hacer un dragón;  este me lo he inventado, no me he fijado del libro. Mirad que colmillos tiene, y echa fuego por la boca.
Pablo que era más pequeño y algo miedoso se lo quedó mirando fijamente y dijo:
-Guille, no me gusta, me da un poco de miedo.
-Pero qué tonto ¿es que te va a hacer algo un dragón de papel? Eres un miedica.
Al oír a su hermano mayor, el niño puso a llorar.
-¿Qué pasa, chicos?-, preguntó su padre cuando oyó llorar a Pablo.
-Guille me está asustando con ese dragón que ha hecho. Dice que echa fuego por la boca. Yo no quiero que lo suba a la habitación porque luego voy a soñar con él.
-Pero Pablo, si es solo papel y, tú, Guille, no le metas miedo a tu hermano que luego  por la noche no pegamos ojo ni tu madre ni yo.
-Vale…-, añadió Guille de mala gana-.Siempre hay que hacer lo que el niño quiere-, refunfuñó.
Después de cenar y antes de acostarse, los dos hermanos recogieron todos los trozos  de papel que había por el suelo y, a continuación,  se subieron al dormitorio. Guille se metió el dragón en el bolsillo y cuando Pablo estaba distraído lo guardó en el cajón de su mesa.
-Buenas noches Pablo, que duermas bien.
 A Pablo  no le dio tiempo a contestar, nada más caer en la cama se quedó roque. Guille tardó un  poco más pero, en seguida, se quedó dormido también. La casa estaba totalmente en silencio, solo se oía un reloj de pared cuando marcaba las medias y las horas; fuera, la luna  brillaba e iluminaba la habitación sin necesidad de tener ninguna lámpara encendida.  Las campanadas  del reloj empezaron a sonar: las diez,…..las once,…., las doce. A las doce de la noche  en punto, algo muy extraño sucedió en la habitación de los niños: toda la mesa empezó a  moverse como si un terremoto la estuviese sacudiendo y, del cajón en donde estaba metido el dragón de papel salían unos rugidos   aterradores  y un resplandor con un  fuerte olor a quemado que despertó a los dos hermanos.
-¿Qué pasa Guille? Tengo miedo.
Guille estaba paralizado ante lo que estaba sucediendo, no se lo podía explicar, aunque tenía una corazonada, pero no dijo nada a su hermano. Los temblores de la mesa y los rugidos no   paraban y el resplandor  que salía por las rendijas del cajón se convirtió en llamaradas  que empezaron a provocar un humo que los ahogaba. Cogió a Pablo y los dos salieron corriendo del dormitorio.
-Papá, mamá hay fuego en nuestra habitación.
Ante los gritos de los hermanos los padres se levantaron rápidamente y lograron apagar las llamas que ya habían chamuscado los cajones.
-¿Qué guardabas en el cajón?-, dijo su madre enfadada-. Seguro que  todavía tenías algunos  petardos de  la fiesta de cumpleaños. No me hacéis caso, os he dicho que no quiero que  los metáis  en casa. Ha podido ocurrir una desgracia esta noche; menos mal que estáis bien. Pues, ahora, os va a tocar dormir en la habitación de Pablo; en la vuestra no hay quien lo haga con el olor a humo.

 Pablo siempre dormía en el cuarto  de  su hermano mayor, así se sentía más protegido, pero esa noche los dos tuvieron que pasarse al suyo. Cuando todo se tranquilizó, Guille, muy despacio, fue hacia el dormitorio y con cuidado, porque todavía estaba caliente, abrió el cajón de su mesa. Todo lo que guardaba dentro se había quemado, todo, menos el dragón rojo: él estaba intacto.
-Tendrías que haberte quemado tú también; ya sabía yo que tenías la culpa de lo que ha pasado aquí.
Guille lo cogió y con cuidado lo fue desplegando hasta que el papel se quedo casi estirado, luego le pasó varias veces las manos por encima como si quisiera plancharlo y entonces  el papel volvió a su forma original, después, lo puso debajo de unos libros que pesaban mucho para que desapareciesen  totalmente los pliegues que le había hecho y se fue a dormir. A la mañana siguiente, cuando los niños estaban en el colegio, entró la asistenta y empezó a limpiar el estropicio que el incendio había provocado; intentando ordenarlo todo,  encontró el papel bajo los libros; Maria pensó que había sido cosa de Pablo.
-¡Madre mía!  Como Guille vea que le han deshecho una de sus figuras se va a armar; menos mal que todavía se notan los dobleces.
María se sentó  y, con mucha paciencia, empezó a doblar el papel por los pliegues que todavía estaban marcados hasta que consiguió devolverle otra vez su forma anterior.
-Vaya, si era un dragón-, dijo cuando lo vio terminado-.Espero que Guille no se haya dado cuenta de que su hermano se lo había deshecho.
Y mirándolo orgullosa, con mucho cuidado, lo colocó en el último cajón  de la mesa; era lo único que se había salvado del fuego.
El dibujo, aunque no lleva firma, es de Guille.

Guille y Pablo : El abuelo. Educación infantil, 1er. y 2º. ciclo

Aquí está el dibujo de Guille. Si conocieseis a sus protagonistas, veríais que están clavados. Guille es muy buen dibujante.


Las cosas de mi abuelo

El abuelo siempre dice:

—Lo que hago con mis nietos no pude hacerlo con mis hijos.

—¿Por qué dices eso, Pepe? —le preguntan los niños.

—Cuando mis hijos eran pequeños yo me marchaba a trabajar muy temprano y volvía a casa muy tarde, así que, a veces, al llegar solo me daba tiempo de darles las buenas noches y desearles felices sueños. ¡Ni siquiera podía verlos cuando salían en las actuaciones del colegio que hacían en Navidad o a final de curso!

—¿Y no jugabas con ellos nunca?

—Solo los fines de semana.

A Guille y a Pablo se les hace difícil comprender cómo su abuelo no jugaba con su mamá ni con sus tíos. Ahora sí tiene tiempo de jugar con ellos y también los recoge del colegio dos veces a la semana. Esos días se lo pasan muy bien.

Su abuelo es muy divertido y bromista. ¡Es un poco mago! Cuando quieren que les dé un euro, él les dice:

—Guille, Pablo, mirad donde tenéis uno  —y les saca una moneda de detrás de la oreja.

—Abuelo ¿cómo lo haces? —  le preguntan.

—Es muy fácil, ¡fijaos!

Vuelve a tocarles las orejas y otra vez más,  saca otro euro a cada uno. Ellos se ríen encantados.

También hace magia en el parking: Pepe mete un cartoncito y un billete y entonces aprieta un botón y salen muchas monedas.

Un día se las queda Guille y otro Pablo. Por eso siempre quieren que vaya él a recogerlos. ¡Son muy listos estos niños!

Pero lo que a Pablo le asombra más es cuando su abuelo se toma un yogurt, y al rato se le llenan los bolsillos de sobres con cromos de futbol. Por eso cuando va a ir a verlos, antes,  le llaman por teléfono y le dicen:-

—Abuelo, ¿te has tomado ya el yogurt? —así se aseguran de que al llegar tendrán nuevos cromos para el álbum.

Lo único que le enfada a Pepe es que Pablo no quiera darle la mano cuando va a recogerlos al colegio. Entonces, sí que se le pone muy mal genio.

—¡Si este niño no me da mano, no voy más a por é!  Recojo a Guille y él que se quede a comer en el comedor.

Se lo dice muy enfadado a su hija, porque a la hora de la comida hay mucho tráfico por la calle y le da miedo que eche a correr y le pase algo.  Los papás de Pablo le han hecho prometer que siempre va a obedecer a su abuelo cuando vaya a recogerlos al colegio.

 Después, cuando se montan en el coche de regreso a casa, él le dice a Guille:

—Guille, cuida de que tu hermano no se duerma.

Entonces Guille empieza a distraerle: cuentan coches amarillos, autobuses rojos, farolas..., pero Pablo es pequeño todavía y cuando se sienta, como está cansado, empieza a dar cabezadas y es muy difícil mantenerlo despierto. Entonces el abuelo para espabilarlo empieza a hacerle de rabiar:

—Pablo, me han dicho que tienes novia.

—¡Ay, abuelo!, ¡que no tengo novia! no ves que soy pequeño.

—Sí que tienes —le replica.

—¡Que te he dicho mil veces que no!

En el momento que sale el tema de las novias, Pablo se espabila y empieza a protestar. Pero el abuelo ya ha conseguido que se le pase el sueño.

Cuando los niños se quedan a comer en casa de los abuelos, al llegar, le dan un beso y un abrazo muy fuerte a su abuela que les tiene preparada la comida que a ellos más les gusta; a Guille los espaguetis carbonara y a Pablo las albóndigas, por eso un día elige la comida Guille y otro día Pablito.

 Después de comer llega la hora del dominó; su abuelo no la perdona por nada del mundo, le gusta irse al casino a jugar una partida con los amigos.

—¡Pablo ponte en la puerta, que no se vaya! —dice Guille a Pablo. Los dos niños se colocan con los brazos y las piernas abiertas delante de él para no dejarlo pasar, pero al final les convence de que tiene que irse.

—Bueno, pero antes sácanos dibujos del ordenador.

 Entonces les imprime unos cuantos dibujos para que los coloreen, Guille elige láminas de Gormitis y Pablo de Doraimon. Por fin le dejan que se marche a echar la partida, los niños le dan un beso y se quedan con su abuela coloreando los dibujos hasta que viene su madre a por ellos.

Después, todas las noches, alrededor de las ocho, los abuelos van a hacerles una visita corta a su casa para desearles las buenas noches: es la hora de los penaltis:

—Abuelo, tírame unos cuantos penaltis antes de que te vayas

—Vale Guille, pero solo unos pocos.

Entonces, con una pelota de tela para que no se manchen las paredes del salón, juegan al futbol durante un rato, y así pasan los días, los niños disfrutando de los abuelos, y estos de sus nietos.