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¡Y sin embargo algunas personas dicen que se aburren!¡ Démosles libros!¡Démosles fábulas que los estimulen!¡Démosles cuentos de hadas! Jostein Gaarder

miércoles, 21 de marzo de 2012

Terapia Alternativa; Educación Secundaria


Terapia alternativa

Alternative therapy

Terapia alternativa

Concepción García De las Bayonas Blánquez

Relato Finalista X Edición Premio Vida y Salud de Relatos (modalidad absoluta).
                                                                               I
Tumbada en la cama, se preguntaba cómo había llegado  a aquel estado; medio adormilada, como si estuviese en un sueño permanente y, vigilada a todas horas por alguien de la familia como había dicho el médico, se sentía abatida, indignada y triste. Solo quería dormir; llevaba varias noches en las  que no podía conciliar el sueño porque el brazo le dolía mucho desde que le habían extirpado todos los ganglios, a raíz de la aparición del cáncer de pecho. Por eso decidió tomarse los suficientes orfidales como para dormir veinticuatro horas seguidas; cuando llegaron sus hijos y vieron el tubo de pastillas casi vacío,  al lado de su cama, se asustaron y llamaron a una ambulancia. Ahora tenía que soportar la vergüenza de los interrogatorios de los médicos del hospital y después  los de los psiquiatras de la Seguridad Social.
No tuvo la valentía de separarse hacía muchos años ¡Cómo iba a darles a sus padres ese disgusto! Una hija divorciada no cabía en sus pensamientos  y, además, su yerno… era tan  bueno:
-¡Que buen chico es Luís! Hay que ver la suerte que ha tenido la niña.
Nunca pensó en separarse mientras ellos vivían  pero, ahora, no había nadie que se lo pudiese reprochar.  Habían vivido fingiendo durante toda su vida, interpretando una obra teatral que se terminaba, cuando la puerta de su casa se cerraba detrás de ellos. No se había decidido antes, porque en el fondo, no había  un motivo grande para dejar plantado a su marido; él no era mala persona, solo un poco  apático; no le gustaba salir con amigos-casi no los tenía- ni  ir al cine ni el teatro ni un concierto ni  hacer nada apasionante que le hiciera soñar de vez en cuando,  así que, un buen día sin saber cómo, dejó de quererlo, ¡se había aburrido demasiado durante muchos años! Ella se ahogaba  poco a poco en una vida rutinaria, el trabajo en una oficina y su casa. Sí que le tenía que reprochar una cosa: era un poco avaro; le  controlaba todos sus gastos y eso la ahogaba más todavía. Cuando Gloria cobraba  la nómina, él la traspasaba a su cuenta y le daba un dinero semanal, como si fuera una niña pequeña. La gota que colmó el vaso fue una bronca que surgió  por comprar un cupón de los ciegos; eso, según dijo él, podía desajustarles el presupuesto.
- ¡Hazle cara!  Pregúntale que hace con el dinero que ganáis los dos –le aconsejaban sus amigas.
 Estuvo mucho tiempo pensando en hacerlo hasta que un día se destapó la caja de Pandora. ¡Cómo era posible que la hubiese tenido engañada tanto tiempo a ella y a todo el mundo!
-Estás muy nerviosa, deberías ir a un psicólogo o a un psiquiatra, y le buscaba algún médico recomendado por un amigo y encima la acompañaba y, a veces, entraba con ella.
Se daba cuenta de que había tocado fondo y se decidió: tenía que separarse, no le quería a su lado.
Cuando se recuperó  de aquella mala noche, le prepuso la separación. Él tardó en hacerse a la idea. Estaba muy a gusto en la casa y no había forma de que hiciese la maleta. Esa situación empeoró el estado de nervios de Gloria. Necesitaba armonía en su vida, después de salir de una operación de cáncer de pecho. La doctora le aconsejó que no era el momento de divorciarse, debía estar tranquila hasta que superase la quimioterapia, pero por fin habían terminado todas las sesiones y ella pensó que hasta ahí había aguantado. Por fin hicieron separación de bienes y ella se quedo con la vivienda de Madrid y él con el piso de la sierra, en dónde veraneaban. Parecía que poco a poco su vida se iba arreglando, pero tenía el alma rota en mil pedazos, así que visitaba a una psiquiatra que la tenía  atiborrada a pastillas, que la mantenían  el ánimo para seguir adelante.

II
Laura estaba llenando el depósito de un Audi A3 en la gasolinera en donde trabajaba. Estaba atenta a la manguera del carburante,  no le gustaba que se derramase ni una  sola gota de gasolina. Un coche entró en la estación de servicio y paró. Ella no prestó atención en ese momento; todos los días llegaban a su gasolinera decenas de ellos  para reponer carburante. El pasajero que había en la parte de atrás del vehículo abrió la puerta y, una pelota cayó fuera del mismo. Inmediatamente una bola grande, peluda, de color blanco y  marrón, salió  detrás de ella para  cogerla y devolvérsela a su amo. Era lo que le habían enseñado durante muchas horas de juego y adiestramiento: cuando la pelota salía disparada, él tenía que correr, agarrarla con la boca  y después, colocarla a los  pies de la persona que se la había tirado, luego  esta le rascaba la cabeza revolviéndole el pelo que tenía entre las orejas y le felicitaba por lo rápido que se la había devuelto. Siempre era igual: pelota, carrera, pies del amo, caricia; pelota carrera… ahora, algo no cuadraba. Su amo había olvidado cómo terminaba el juego y arrancó el coche antes de que él regresara. Esta vez, su dueño estaba jugando a un juego muy feo,  que ni por un momento, el perro pensó que podía existir y, a partir de ese instante, no quiso saber nada más de él. Inmediatamente, Laura se dio cuenta de la jugada: habían abandonado otro cachorro y con este ya iban cuatro en poco tiempo.
-¡No, otra vez no! -dijo indignada, y salió corriendo detrás del vehículo durante unos metros hasta que se dio cuenta de que era inútil. El perro  la miraba, con la pelota en la boca, totalmente desorientado; no sabía qué hacer. Al principio, el chucho siguió el rastro del coche, durante un rato, intentando alcanzarlo. Después, cuando perdió la esperanza de lograrlo, volvió dónde estaba ella. Ésta se compadeció del pobre perro; lo vio tan desamparado que se acercó a él y lo acarició para que se tranquilizase, le habló en voz baja  y le puso un cacharro con agua, que  el animal bebió con avidez.  Esperó un rato para ver si  los dueños del can volvían a por él, aunque en el fondo, sabía que  eso casi nunca ocurría. Tenía recogidos otros tres perros que habían abandonado  y no podía alimentar a otro más.   El perro nuevo no estaba habituado a las peleas, era un perro de ciudad y siempre había estado viviendo dentro de un hogar, protegido por una familia, por eso cuando los otros le enseñaron los dientes, este agachó la cabeza y se marchó de allí. La dueña de la gasolinera lo vio deambular durante dos días con la pelota en la boca-  era lo único que le unía al mundo que  conocía-,  no quería soltarla. El primer día, no sabía dónde dormir, necesitaba su cesta con su cojín. Estuvo buscando dos o tres sitios, en donde recostarse, hasta que agotado por el miedo y el cansancio se quedó dormido debajo de un coche que había aparcado cerca de aquel lugar. Laura tenía que buscar una solución para que  no fuera atropellado o para que no ocasionase algún accidente cuando se cruzaba de un lado a otro de la carretera buscando  a su amo. De repente le vino a la cabeza la persona que podría resolver el problema, pensó en alguien que seguro la socorrería. Por las noches escuchaba un  programa casi a diario y sabía lo comprometida que estaba la locutora con el mundo de los animales; ella buscaría una solución. Cogió el teléfono decidida a contar el caso de este nuevo abandono y a pedir ayuda.
                                                                                III
Gloria esa noche como otras, estaba desvelada; le costaba mucho dormirse, por eso, cuando  se despertaba de madrugada y empezaba a repasar  las últimas  etapas de su vida, se espabilaba de tal forma que ya no había posibilidad de conciliar el sueño. Aquella noche era una de esas, así que conectó la radio y, sintonizó con una emisora que de vez en cuando oía de madrugada. En ese momento, aunque  algo adormilada, pudo escuchar a Laura contar el caso del perro que tenía medio recogido en su gasolinera, y, dijo medio recogido, porque el chucho iba y venía a la misma, esperanzado en encontrar a sus antiguos dueños. Ella acababa de exponer el problema:
-No puedo hacerme cargo de más animales. ¡Por favor!  Si alguien necesita un perro que llame a esta emisora y ellos les darán mi  dirección.
Inmediatamente desde el programa  pensaron que lo mejor sería recogerlo y llevarlo a un sitio seguro, así que localizaron un refugio que estaba  cercano a la gasolinera, para que fueran a buscarlo. Este centro estaba  tan  saturado, que dijeron que ya no podían dar cobijo  a más animales porque  no tenían medios económicos para mantenerlos; sin embargo la locutora del programa, tan solidaria y tan sensible con estas situaciones, habló por las ondas:
-Si alguien que me esté oyendo necesita un animal de compañía, ahora es el momento.  Yo me comprometo a hacerme cargo de todos los gastos y a acompañar a esta persona al refugio a recogerlo, en el momento en que nos llamen diciendo que ya lo tienen en sus instalaciones.
Gloria  todavía no se explica cómo pudo retener el teléfono que dijeron   por la radio. Estuvo unos minutos recapacitando: sabía que sus hijos iban a poner el grito en el cielo, que dirían que  estaba muy delicada y que tendría que madrugar todos los días para sacarlo.
-Mamá, con el frío que hace en Madrid en invierno, tendrás que salir todos los días aunque llueva o nieve.
Se imaginaba también que dirían que, con cuidar de sí misma ya tenía bastante pero, ella necesitaba algo,  un aliciente que la hiciese levantarse con alegría por las mañanas y la obligase a mantenerse activa. Por otro lado hacía poco tiempo había leído  unos estudios realizados por la Universidad de Alabama  en los que decían que la compañía de un perro   era más  beneficiosa  que una terapia psicológica y, que  además,  aumentaba  la calidad de vida de su dueño sobre todo cuando eran  mujeres que vivían solas. Estaba segura, esa llamada era para ella, por eso recordaba  el teléfono y por eso esa noche estaba despierta. Marcó el nº que habían dado por la emisora:

-Ya tenemos una señora que se queda con el perro -oyeron todos los que en ese momento tenían sintonizado  el programa. La alegría de la locutora se hizo patente por las ondas  e inmediatamente pusieron en contacto a Laura con Gloria:

-¿Laura? Mire yo me quedo con él; en el momento que lo tengan en el refugio vamos a buscarlo.
-No sabe la alegría que me da. No se puede imaginar la cantidad de perros que abandonan todos los días en la carretera. A veces los que parecen animales son las personas.

 Siguieron hablando durante un rato y quedaron en verse cuando fueran a recogerlo. Pasó casi un mes y medio desde que Gloria aceptó quedarse con el can, hasta que los voluntarios del refugio pudieron capturar a Pepe. Con este nombre lo bautizaron  en el Centro de Acogida. Pepe, como un perro sin dueño, vagabundeaba por los alrededores y aparecía por la gasolinera de vez en cuando. Cuatro veces Laura llamó a los chicos del Refugio diciendo que el perro había vuelto y que  podían ir a por él, pero cuando ellos llegaban, se les escapaba como si hubiera estado toda su vida acostumbrado a huir de algo y de alguien. Un día, Pepe apareció  hecho una calamidad; se notaba que lo habían tenido atado y le habían pegado. Llegó con las orejas gachas y el rabo entre las patas. Laura  sabía que había una pandilla de jóvenes delincuentes que disfrutaban haciendo sufrir a los animales. Cuando lo vio llegar de esa manera se acercó a él  y Pepe se dejó acariciar por ella.
-Buen chico, tranquilízate, ya tenemos una persona que te va a querer mucho -le decía mientras  le sujetaba con cuidado e iba andando con él hacia el lugar en donde tenía una correa. Por fin se la puso al cuello y, contenta pensando que ya habían terminado sus penas, llamó al Refugio:
-Ya  lo tengo; ahora no se escapará porque lo he atado con una correa. Podéis venir a por él.
Al día siguiente, Gloria recibió una llamada de la locutora del programa:
-Gloria,  ya tienen al perro, podemos ir a recogerlo.
Al oírla, se puso nerviosa, tenía muchas ganas de tenerlo en casa. Así que  se pusieron de acuerdo  en el día en que tenían que ir por él: algo la decía que aquello iba a ser su mejor medicina. Era noviembre y hacía bastante fresco; cuando llegaron al Centro de Recogida,  el veterinario  las  estaba esperando con Pepe. El primer momento fue de nervios y de tanteo, tanto por parte de Pepe como por parte de su nueva ama. A  ella  le pareció un poco más grande de lo que  esperaba; de momento le dio un poco de miedo pensar que no pudiese dominarlo, cuando lo sacase a pasear, pero el pobre …¡que delgado estaba! Lo acarició y el perro se dejo hacer; al pasarle la mano por el lomo le notó todas las costillas.
- El perro es de raza grifón, pero tiene algo de sabueso. Le hemos puesto ese nombre pero usted se lo puede cambiar. No sabemos si Pepe habrá adquirido algunos vicios que hagan  incompatible su vida en familia, por eso no le hemos colocado el chip todavía- les dijo el veterinario-. Si usted ve que por cualquier causa, no puede hacerse cargo de él, ¡Por favor! nos lo trae otra vez, pero no lo abandone.
-No se preocupe, nunca lo dejaría, tuve un buen maestro;  mi padre quería con locura  a los animales- ¡Cuánto tiempo había pasado desde entonces!-Lo que sí haré será cambiarle el nombre, en mi casa casi todos los hombres se llamaban Pepe: mi padre, mi tío, mi primo... En fin que el nombre seguro que se lo cambio.
 Las dos metieron a Pepe en el coche. No les costó ningún trabajo, le taparon con una manta y se acurrucó tan a gusto. Hacía tiempo que no se sentía así,  tan mimado y querido. El viaje lo hicieron sin ningún contratiempo. Iban contentas pensando que el perro también lo estaba. Lo malo fue sacarlo del vehículo cuando llegaron a Madrid. Todavía hay vecinos de Gloria que recuerdan la llegada. La locutora  era una persona bastante conocida y  ella y Gloria estaban muy graciosas intentando sacarlo del coche  a empujones. Pepe se aferraba al asiento sin  querer moverse de él.  ¡Pobre! pensaba que otra vez  iba a empezar su calvario. Por fin, empujándolo de nuevo, pudieron meterlo en el ascensor y con mucho esfuerzo entrarlo en casa.
-Bueno, ya estás en tu nuevo hogar- dijo  cerrando la puerta y sentándose casi sin respiración, después del esfuerzo realizado-, veremos si te adaptas a él.
Estuvo acariciándolo durante un rato, después le puso comida, agua y un cojín para que durmiese cómodo. La primera noche, Pepe se quedó en la puerta de entrada y no consintió moverse de allí. Tampoco comió nada, estaba muy asustado, solo bebió agua. Gloria  también lo estaba, no sabía cómo iba a resultar la experiencia, si ladraría o lloraría  o si se haría pis por el salón. Pero el perro, cuando se acostumbró al calorcito de la calefacción,  durmió como un tronco; fue ella  la que no pegó ojo en toda la noche. Al día siguiente, muy temprano observó que no se había movido del sitio en dónde lo dejó. Se preparó rápidamente y lo bajó a la calle a hacer pis;  no hubo ningún problema.  Al poco tiempo llegaron sus hijos para conocerlo y, su hija Virginia, le ayudó a bañarlo; curiosamente  se estuvo quietecito mientras estaba en las bañera y cuando le secaban, después  fueron al veterinario. Allí eligieron un nombre nuevo: le llamaron Bobby. Ese día Bobby, entro un poco al salón; con mucho cuidado iba  oliendo y fisgoneándolo todo. Solo cuando llevaba un día y medio, se acercó a Gloria, que estaba viendo la televisión y, apoyó su cabecita sobre las rodillas de su nueva dueña.  A ella se le llenó de alegría el corazón;  por fin estaban conectando, Bobby se fiaba de nuevo de la raza humana. A partir de aquel día la vida de los dos  cambió mucho, ella prefirió la compañía del pobre animal en lugar de las visitas al psicólogo, los paseos con Bobby en vez del Prozac y el Valium  y las tertulias  de vecinos con perros, en lugar de las sesiones de diván del psiquiatra. Estas tertulias  se dividían en realidad en dos grupos que bajaban a distintas horas. Ella, bajaba  unas veces  con uno grupo y, otros días con  el otro, así que  ahora conoce a muchísima gente  que  antes le eran casi desconocidas. Al vivir en una zona con jardines,  sobre todo en verano, las tertulias  son muy animadas. Gloria, todas las tardes, camina  durante bastante rato acompañada por su nuevo amigo, a veces también va su hija con ellos. Son paseos agradables, sin nadie que  la juzgue ni que se interponga en su paz interior, ideales  para mejorar su estado de ánimo.
Su amiga Lola, cuando la ve paseando con él,  le dice:
-Gloria, todavía no sé si el perro te encontró a ti, o tú   encontraste al perro.  Ella se ríe  y afirma que está segura de que la mejor terapia que podía hacer para recuperar su alegría ha sido encontrar a  Bobby. Ahora no se encuentra sola, tiene un compañero de piso que le da amor incondicional, no le exige la nómina y puede ser, a veces, su confidente.

Publicado en la Revista de Enfermería y Humanidades  nº 30 CULTURA DE LOS CUIDADOS
Fotografía bajada de Internet.

3 comentarios:

Matilda dijo...

Qué bonita historia Conchita. No sé si te he contado que tanto Byron como Seto, el perro de mis padres, son adoptados de protectoras. El pobre Byron, cuando llegó, tenía tanto miedo que no se separó de mi lado de la cama en toda la noche. No puedo entender que haya gente dispuesta a dejarlos tirados en cualquier parte, dan tanto que no me cabe en la cabeza. La vida de quien vive con ellos gana muchísimo, ¿verdad? ¡No hay más que ver cómo ayudó Bobby a Gloria!
¿Sabes? Ahora que Byron está malito y que no puedo evitar tener miedo a que empeore me doy aún más cuenta de lo importante que es para mí y para Jaime.
En fin, siempre me gusta leerte pero si encima hablas de animales... ¡mucho más!
¡Ah! Creo que no te dije que mi pequeño lagarto al final se murió. Nos dio mucha pena, la verdad, llevaba con nosotros casi desde que nos casamos, pero supongo que no pueden acompañarnos para siempre.
Un abrazo muy grande, guapa y gracias por tus historias :)

Conchita dijo...

Querida Matilda, por si no te llega mi respuesta a tu comentario, desde aquí, quiero agradecerte que con todo el trabajo que tienes, te molestes en leerme. De verdad que es un orgullo para mí y además me alegro que las dos sintamos el mismo amor por los animales.
Un abrazo.

gemi dijo...

Precioso relato. Ahora también mi perrito está algo pachucho, no apoya la patita trasera y no sabemos si es porque se ha hecho daño o por algo peor...me da una pena...si intenta ponerse de pie para darme besitos como antes se cae de lado porque no tiene fuerza con esa extremidad...está con medicación,si el lunes sigue así tendremos que hacerle radiografías para ver si hay algo de disco o columna....y estoy temblando.... Bueno, que enhorabuena por este reconocimiento!!!!

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